Sin igual... y siempre
igual


Aguila lleva más de ocho décadas saciando la sed de los colombianos y hoy domina el mercado cervecero nacional.

Hacia 1905, barranquillero que se respetara jugaba sus chicos de billar en El Boliche o La Tenería, acompañado
por unas cuantas cervezas Gallo Negro, importadas desde Alemania. Pero a mediados de ese año sus costumbres
comenzaron a cambiar. Los habitantes de la ciudad fueron sorprendidos por la nueva cerveza nacional Toro Negro,
producida por la recientemente creada Cervecería Bolívar.

Financiada por cartageneros, con el respaldo de la firma extranjera The Walters Brewing and Ice Making, la Bolívar dominó el mercado de la región a sus anchas, hasta que el 10 de abril de 1913 se envasó en Barranquilla la primera botella de cerveza Aguila, un producto que 83 años después controla cerca del 60% del mercado cervecero nacional.

Bajo la dirección técnica del norteamericano William Staaden, ingeniero norteamericano que venía de ser jefe de la Cervecería Tropical de La Habana, los industriales Alberto Osorio, Ricardo Correa, Jacob y Ernesto Cortissoz y la firma Lascano & Co., montaron una fábrica que elaboró inicialmente 6.000 litros diarios de cerveza, con la posibilidad de duplicar la producción.

En un lote de 8.300 metros cuadrados, a dos cuadras del mercado municipal, más exactamente a la orilla del "Caño de Arriba" que conducía del corazón de Barranquilla hasta el río Magdalena, se alzó la factoría de la nueva Cervecería de Barranquilla S.A. Se trataba de un punto estratégico, porque todo el año el caño soportaba la navegación de botes, por lo cual se convertiría con el paso del tiempo en la vía preferida para sacar la producción hasta los barcos que partían hacia el interior del país.

Allí, un ingeniero alemán levantó un edificio de cuatro pisos, "el más fuerte y elegante de la ciudad", según cuentan los cronistas de esos días. Barranquilla tenía 48.000 habitantes y la factoría consumía a diario 20.000 libras de hielo, mientras sus hornos quemaban 12 toneladas de leña. Sus productos rápidamente dominaron el mercado: Aguila, Escudo, Gallo Giro, o la Cerveza San Nicolás (estilo München), a base de malta, destinada a las señoras.

Sin embargo, la guerra fue a muerte ya que la producción de las dos cervecerías excedía la capacidad de consumo de la ciudad. Con el pasar de los años las dos habían quedado muy golpeadas. Por eso decidieron crear una Agencia Central de Ventas común, para unir esfuerzos, a partir del primero de enero de 1917. Técnicamente se había dado una fusión manejada por Alberto R. Osorio y Alberto Urueta. Sin embargo, el acuerdo fue un verdadero fracaso. Fracaso que además se acentuó en medio de la crisis mundial de finales de los años 30.

A punto de desaparecer las dos cerveceras, Diofante de la Peña se propuso conseguir posibles compradores, entre ellos Luis Felipe y Mario Santo Domingo. Para entonces los propietarios de la Cervecería de Barranquilla eran Alberto R. Osorio, Delia de Correa, Tirso Shemell, Diofante de la Peña y Ricardo Pocaterra.


Entran los Santo Domingo

Don Mario era ya muy popular en Barranquilla como comerciante de éxito, y además muy recordado por la proeza que realizó el 18 de junio de 1919, cuando acompañado por el piloto norteamericano William Knox Martin, dejó en Puerto Colombia la primera bolsa de correo aéreo. Meses más tarde estaría presente en la fundación de Scadta, la segunda aerolínea más antigua del mundo, antecedente de Avianca.

Dos días más tarde de la creación de Cervecerías Barranquilla y Bolívar, Federico Arocha, liquidador de la Cervecería Bolívar, le vendió a Mario Santo Domingo el edificio y el lote de la empresa que había sido fundada el 10 de julio de 1905, y la cual desde 1915 había sido controlada por Luis G. Pochet. La transacción se realizó por $150.000.

La primera decisión que se tomó fue seguir produciendo solamente Aguila. Don Mario Santo Domingo personalmente se dedicó varios días con sus noches hasta que creó el original slogan que aún hoy acompaña a la cerveza: "Sin igual y siempre igual". También se dio un fortalecimiento administrativo y productivo que la llevó en poco tiempo a ser muy conocida en el litoral y el interior, no sólo por su expansión sino por la reputación de su sabor.

Como prueba de ello, en octubre de 1947 el famoso escritor inglés Christopher Isherwood, quien visitó la ciudad y se hospedó en el Hotel El Prado, plasmó en su libro "El cóndor y las vacas" el gran recuerdo que en su paladar guardaba del impactante sabor de la cerveza
Aguila, que nada tenía que envidiarle a las de su país y menos a las alemanas.

A mediados de los sesenta fue muy apetecida en el interior del país a donde llegaba por remolcadores que la transportaban a lo largo del río Magdalena. Tenía un mayor precio por el sobrecosto que representaba traerla desde Barranquilla, pero sus consumidores eran contagiados por su alta calidad, mayor transparencia, suavidad (tipo lager). Además el mayor costo les daba distinción e imagen de categoría.

De mediados de los 60s data uno de los grandes desaciertos de la Cervecería Aguila. Entonces, con el fin de frenar el éxito de Costeñita de Bavaria en su feudo, la cervecera barranquillera decidió crear y lanzar al mercado Aguilita que no caló entre los consumidores y hubo de ser recogida totalmente. Cien millones de botellas debieron ser enterradas en los caños cercanos a la fábrica. Veinte años después serían recuperadas y recicladas.

A las ligas mayores

En marzo de 1967, después de cambiar el nombre de la Cervecería Bolívar y Barranquilla por el de Cervecería Aguila, don Mario decidió retirarse para dirigir Colinsa, la empresa holding de las inversiones del naciente Grupo Santo Domingo que ya contaba con la Unión Industrial y Astilleros, Unial, Banco Santander, Aluminio Reynolds y el Diario del Caribe, entre otras propiedades.

Por ese entonces a su hijo, Julio Mario, quien entre 1953 y 1955 había hecho sus pinitos en la Cervecería como gerente general y vicepresidente de la compañía, le correspondió enfrentar una gran huelga, que se repitió en 1969. A pesar de esos duros vientos, Aguila consiguió quedarse, entre 1967 y comienzos de los 70, con el 13.5 por ciento del mercado cervecero nacional.

Tras el retiro de Mario Santo Domingo, con todos los cambios empresariales en marcha, había un proyecto bien grande. Copiando la fórmula que exactamente 50 años antes se había aplicado entre las Cervecerías de Barranquilla y Bolívar, Bavaria y Aguila firmaron un acuerdo para envasar y distribuir cada uno el producto del otro. Esa operación concluyó dos años después con la adquisición de Aguila por parte de Bavaria y la toma del control del 22% del capital de Bavaria por parte de los Santo Domingo.

Esa jugada maestra es el origen más cercano del verdadero Grupo Santo Domingo. El control de la cervecera bogotana Bavaria por parte de los Santo Domingo se acentuó con el paso de los meses y a través de ella de un centenar de empresas de todos los sectores de la economía. Hoy en día son cerca de 200, en el país y en el exterior.

Por esos días era ya famoso el apoyo de la cervecera a los carnavales de Barranquilla, lo que quedó plasmado en un famoso artículo periodístico de Alvaro Cepeda Samudio titulado "¡El carnaval se hace con Aguila!" que se convirtió en lema de la compañía en épocas de fiesta. "Digamos que Aguila es el único símbolo afectuoso, aglutinante, bajo cuya alegría se podría rescatar todo un patrimonio cultural, vernáculo y original", añadió entonces Alfredo de la Espriella.

Luego vinieron una de cal y otra de arena. En mayo de 1971 entró en operación el acueducto propio de Aguila con capacidad para producir 10 millones de litros de agua tratada, lo suficiente como para atender una población equivalente a 100.000 personas. Sin embargo, ese éxito se vio opacado por las desalentadoras noticias que revelaron que entre 1971 y 1972 la participación de Aguila en el mercado nacional bajó inusitadamente al 11.6 por ciento.

Recientemente se había iniciado producción en Honda por lo que se buscó una posible variación en el sabor. También se había optado por modernizar, bajo la dirección de Alvaro Cepeda Samudio, la etiqueta que algunos calificaban de anticuada y se había modificado el lema por uno que rezaba "con el sabor de la Costa".

Un estudio de mercado entre los consumidores concluyó que aunque el sabor era el mismo, lo cierto es que ellos tenían la impresión que la nueva forma de la etiqueta era muy simple, que rompía la tradición de Aguila y que el cambio de imagen se había asociado erradamente a una pérdida de su buen sazón. Se decidió inmediatamente volver a la antigua etiqueta, que es la que se mantiene hoy en día para evitar nuevos malentendidos.

Sin embargo, la tarea no fue fácil. Los vendedores de Aguila se hacían pasar diariamente como simples consumidores en los kioscos y exhibían, a quien pasaba, con la mayor frecuencia posible, la botella con la vieja etiqueta. La tarea duró meses y costó mucho, pero tuvo sus frutos. De 27.6 millones de decenas vendidas por la cervecera en el 73 pasó a 36.5 millones de decenas en 1974, con lo cual consiguió conquistar el 14.5 por ciento del mercado.


Todo un emporio

Mario Santo Domingo logró ver parte del milagro del rescate de Aguila y dejar a su heredero Julio Mario posesionado en la presidencia de la Junta Directiva de Bavaria, para morir el nueve de abril de 1973, un día antes de cumplirse los primeros 60 años de Cervecería Aguila. Falleció a los 84 años de edad y dejó andando el conglomerado económico familiar más grande de Colombia.

Pero la vida de Aguila tenía que seguir adelante. El 31 de diciembre de 1978 sucedió una de esas anécdotas simples que hacen carrera por siempre. Por culpa de la cervecera el Año Nuevo llegó 10 minutos tarde para los barranquilleros. Durante los últimos 50 años, cada Nochebuena, el pito de la fábrica había anunciado el cambio de año. También sin falta, cada mediodía, durante esas cinco décadas, avisaba a la comunidad "ñera" que era hora de almorzar.

Había sido además el portador indispensable de las buenas y de las malas noticias. El 18 de febrero de 1937 había comunicado la muerte en Roma del ex presidente Enrique Olaya Herrera, en 1939 el estallido de la Segunda Guerra Mundial y en 1945 el fin del conflicto bélico. En 1950 había desaprobado con su fuerte chillido el cambio de sede de Avianca para Bogotá, pero el 14 de diciembre de 1977 había sonado casi sin cesar por el campeonato obtenido por el Junior de Curramba la bella.

Sin embargo, esa noche de 1978 había fallado. Al parecer el operario encargado de hacer funcionar la caldera de vapor que impulsa su ruido, se fue a celebrar y se olvidó de los demás. El hecho es que sonó 10 minutos más tarde. Como siempre nadie le creyó a las emisoras ni a la pólvora de los radioyentes. Sólo hasta que se escuchó el pito de Aguila se prendió la parranda de Año Nuevo.

El hecho sirvió de debate durante la semana que siguió. El diario El Heraldo realizó una encuesta "entre 28 respetables ciudadanos" que en su mayoría se quejaron por el atraso y pidieron la cabeza del responsable de tamaño desatino. Los demás, dijeron que no lo oyeron o que simplemente lo que sonó fue "un horrendo pito de culebra".

Cuando Cervecería Aguila ostentaba el segundo lugar en la producción nacional, en junio de 1979 inició un ambicioso proyecto de ampliación y modernización de la planta con una inversión de $1.500 millones financiados nacional e internacionalmente. Cuando la obra fue inaugurada el 7 de abril de 1981 habían participado en su ejecución 35 firmas nacionales, 1.050 trabajadores y la capacidad productiva había pasado de 2.635.000 decenas a 5.358.080 decenas de botellas de cerveza.

Siete años más tarde Aguila era todo un emporio. Su planta medía 75.000 metros cuadrados, contaba con 970 trabajadores, producía 10.296 hectolitros y generaba ventas superiores a los $4.000 millones anuales. Para medir la incidencia de Aguila en la economía barranquillera, bastaba ver en la ciudad el barrio Aguila, en el cual los empleados de la cervecera poseían vivienda propia. Controlaba 43.880 expendedores de cerveza, 300 vehículos diarios salían de la factoria, es decir, 120.000 cajas de cerveza, en otras palabras, movía 3.600 toneladas al día.

Por algo controla hoy cerca del 60 por ciento del mercado cervecero nacional. El primero de diciembre de 1994 inauguró su nueva planta productora de refrescos y desde septiembre de 1995 comenzó a producir jugos. Cuenta actualmente con 1.200 trabajadores y 421 pensionados.

A la manera de las multinacionales americanas como Busch y Miller, apadrona desde los 50 los equipos de béisbol de la Costa y los de fútbol. Desde 1949 incursionó con equipo propio en el béisbol profesional colombiano y el Junior de Barranquilla, lo mismo que la Selección Colombia, llevan en su camiseta el emblema de Aguila.

En fin, una empresa que hace 63 años tenía capital de $182.000 y cuya maquinaria valía $790.026, tiene hoy activos cercanos a los $700.000 millones, patrimonio superior a los $600.000 millones y podría vender este año más de $50.000 millones. Por eso sigue siendo sin igual...y siempre igual.




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